sábado, 5 de octubre de 2013

Me doy permiso para...

En ocasiones puede surgir una necesidad de soltar algo, de dejar ir , de no quedarse amarrado a asuntos que llevan demasiado tiempo con nosotros, al hábito de la tortura de no perdonarse o de culparse ante los sucesos (en ocasiones naturales del transcurso de la vida, otras de los errores del día a día…). 

Me doy permiso no sólo para perdonar a otras personas sino también –y especialmente- para sentir que soy perdonado y para perdonarme yo mismo mis equivocaciones.
Todos cometemos errores infinidad de veces y, en muchas ocasiones, nos cuesta aceptar que los otros ya no tienen en cuenta nuestro error pasado y que lo pasado, pasado está.
No nos permitimos aceptar el perdón porque de esa manera continuamos automartirizándonos y dándonos importancia: es una forma de hinchar nuestro ego que nos cuesta realmente cara ya que el autoodio y el autodesprecio nos minan la salud, la energía, la autoestima.
El autodesprecio boicotea nuestras mejores posibilidades.
Decido relativizar las cosas y las situaciones, aceptarme como un ser no perfecto y aceptar a los otros con sus imperfecciones.
Perdono y olvido -me quito cargas de encima- y acepto el perdón y el olvido de los otros respecto a mis errores.
Dado el ideal de perfección en el que fuimos educados, y dada la imposibilidad de cualquier ser humano para alcanzar un ideal tan exigente, no existe un anhelo mayor
-más circulante en nuestras arterias y más instalado en nuestros huesos- que el perdonar y ser perdonados.
Cuando mantenemos el resentimiento ¿a quién estamos negando el perdón realmente?:
¡a nosotros mismos!.
Es a nosotros a quién no perdonamos porque no somos capaces de asumir que, en algún momento de nuestra vida, no fuimos suficientemente fuertes o inteligentes para impedir que nos hicieran daño.
Estamos irritados contra nosotros mismos. En consecuencia: perdonar es sobre todo perdonarnos.
Aceptar el perdón y entregarlo es aligerarnos la vida, dejar de autoamargarnos y autoreprocharnos; es aceptar que todos -¡también nosotros!- Merecemos una, dos, tres, cien
oportunidades más.
¿Perdón?: para todos.

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