Cuando se
acerca la tormenta
Te pido que no te enfades, al fin y al cabo, tu y yo no
somos tan diferentes…
Así comienza nuestra conversación cada vez que te acercas a
perturbar mi Luz. Y suena retorico decir esto, ya que es precisamente esa luz la
que llega con fuerza penetrando en mis ojos de color miel.
Preciosa tormenta, cuéntame tus secretos y no sientas tanto
miedo como el que yo estoy sintiendo ahora. Te acojo. Te abrazo.
Es ese canto tuyo el que remueve mis emociones. ¿Qué será
de mí, si me escondes de la luz del día y me ocultas en la noche umbría?
Vete por favor, hoy no tengo ganas. Prometo acogerte cuando
tus gotas de cristal me abracen.
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