domingo, 26 de mayo de 2013
domingo, 12 de mayo de 2013
De pedacitos de tí...
Y entonces me
descubrí mirándome. Allí estaba yo, en pie,justo enfrente del espejo donde te
imaginaba.
Entonces, tus
formas tenían el sentido perfecto, al compás que marcaba el movimiento de los
velos que cubrían las ventanas. Como parte de un plan astutamente preparado, te
imaginaba siempre con la cantidad justa de luz, la suficiente como para que yo,
cualquier director de fotografía, pudiese componer el resto.
Me descubrí
mirándome y puse el empeño suficiente para descubrirme al detalle. Durante unos
minutos centré toda mi atención en mis ojos, grandes, de tonos melosos, y fue entonces
cuando por primera vez te descubrí en mí.
Allí estabas
tú, en cada movimiento, en cada parpadeo. Sorprendido, decidí continuar con la
“auto-exploración” y en cada uno de los pasajes de mi cuerpo pude descubrirte,
en algunos más escondidos
que en otros, pero en casi todos estabas bien presente.
¿Por qué
estaba sucediendo?
¿Por qué
prácticamente tú y yo formábamos un sólo elemento? ¿un solo ser?
Quizás te
había idealizado tanto que “de a poquito” me fui componiendo contigo hasta
descubrir que yo estaba completamente hecho de pedacitos de tí.
(Fragmento
extraído del cuento “La ciudad de los sueños”
escrito por Antonio Orozco)
sábado, 11 de mayo de 2013
El orden básico del amor...
SOPHIE HELLINGER: Ese hombre con quien estuvimos en el almuerzo
dijo: “Desde siempre hubiese querido tener un hermano y una hermana”. Eso dijo
él. Luego agregó: Pero mi madre no pudo tener más hijos porque tuvo un embarazo
extrauterino. Entonces yo dije: “Otra vez usted”.
El respondió: “¿Qué? ¿Qué sucede ahora?” “¿Qué hice yo?” Nunca era posible atraparlo. El siempre tenía una reacción a mano. El dijo: ¿Qué pasa ahora?
Yo dije: “Allí tienes a tus hermanos, en el útero de tu madre. Pero para salvarle a ella la vida tuvieron que quitárselos”. El hombre quedó profundamente consternado. Era la primera vez que yo lo veía así. Nosotros lo conocemos muy bien. Y él está enfermo. Yo le dije: “Dale a ellos un nombre. ¿Cómo se llaman?” El me contestó: “me gustaría Christoph”. “¿Y?” El siguió meditando largo tiempo pues nunca se había confrontado con este tema. Nunca. Luego dijo: “¿Christina, Christiane?” y Bert dijo: “Sí, Christoph y Christiane”.
Nunca lo había visto así. Él está realmente muy enfermo. De repente todos pudimos ver que en su cuerpo había empezado a circular algo que hasta ese momento con cada indicación había fracasado. Él tuvo el impulso de ir hacia esos hermanos. De alguna manera la conversación marchó hacia ese punto porque él dijo: Un médico te manda a otro y éste a otro. Y el cardiólogo dice: Ese médico tiene que ayudar y el otro médico dice también lo mismo. “Yo tengo derecho a la ayuda: ¡hagan algo ahora!”.
Yo dije entonces: “Ellos no pueden hacer nada. Si alguno supiese lo que hay que hacer lo haría. En este caso ellos no saben de que se trata”. En todo caso él estaba profundamente conmovido, con una actitud completamente distinta. Estaba parado de otra manera y miraba de otra manera. Nunca lo habíamos percibido así.
El respondió: “¿Qué? ¿Qué sucede ahora?” “¿Qué hice yo?” Nunca era posible atraparlo. El siempre tenía una reacción a mano. El dijo: ¿Qué pasa ahora?
Yo dije: “Allí tienes a tus hermanos, en el útero de tu madre. Pero para salvarle a ella la vida tuvieron que quitárselos”. El hombre quedó profundamente consternado. Era la primera vez que yo lo veía así. Nosotros lo conocemos muy bien. Y él está enfermo. Yo le dije: “Dale a ellos un nombre. ¿Cómo se llaman?” El me contestó: “me gustaría Christoph”. “¿Y?” El siguió meditando largo tiempo pues nunca se había confrontado con este tema. Nunca. Luego dijo: “¿Christina, Christiane?” y Bert dijo: “Sí, Christoph y Christiane”.
Nunca lo había visto así. Él está realmente muy enfermo. De repente todos pudimos ver que en su cuerpo había empezado a circular algo que hasta ese momento con cada indicación había fracasado. Él tuvo el impulso de ir hacia esos hermanos. De alguna manera la conversación marchó hacia ese punto porque él dijo: Un médico te manda a otro y éste a otro. Y el cardiólogo dice: Ese médico tiene que ayudar y el otro médico dice también lo mismo. “Yo tengo derecho a la ayuda: ¡hagan algo ahora!”.
Yo dije entonces: “Ellos no pueden hacer nada. Si alguno supiese lo que hay que hacer lo haría. En este caso ellos no saben de que se trata”. En todo caso él estaba profundamente conmovido, con una actitud completamente distinta. Estaba parado de otra manera y miraba de otra manera. Nunca lo habíamos percibido así.
BERT HELLINGER: Ya lo
ven, aun en el almuerzo continúan en nuestro caso las constelaciones
familiares.
Bueno, yo sigo con la jerarquía. O sea, aquellos que forman parte tienen y deben formar parte. E incluso en este caso los niños que partieron pertenecen a la familia.
Ahora, se trata de que nosotros encontremos dentro de la jerarquía nuestro lugar, nuestro exacto lugar. La mayoría de nosotros que piensa que somos el primero o el segundo o el cuarto o quinto se equivocan. Allí hay muchas otras personas que han quedado excluidas. Para variar hago con ustedes un pequeño ejercicio. Cierren los ojos. Yo cuento los números en voz alta y ustedes sienten en qué número se sienten bien y firmes sobre la tierra. Ese sería entonces vuestro número en el orden de los hermanos.
Entonces: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte.
Aquí me detengo. Algunos tienen hasta cien hermanos. Por ejemplo, un médico nos contó, y salió a la luz durante una constelación, que los padres querían un hijo mediante un método de inseminación artificial. Para ello fueron fecundados varios óvulos. Quedó en evidencia que todos ellos forman parte, todos ellos pertenecen. Aquí no podemos manipular.
Bien, ¿me extravié aquí o todavía no estoy perdido del todo? Los dos órdenes básicos de los que fundamentalmente se trata eran: el mismo derecho a la pertenencia y la jerarquía, de que nosotros estemos en el lugar correcto y de que también nuestros hijos estén en el lugar correcto. Muchos padres que tienen dificultades con un hijo las tienen justamente porque el niño no sabe en qué lugar debe estar.
Bueno, yo sigo con la jerarquía. O sea, aquellos que forman parte tienen y deben formar parte. E incluso en este caso los niños que partieron pertenecen a la familia.
Ahora, se trata de que nosotros encontremos dentro de la jerarquía nuestro lugar, nuestro exacto lugar. La mayoría de nosotros que piensa que somos el primero o el segundo o el cuarto o quinto se equivocan. Allí hay muchas otras personas que han quedado excluidas. Para variar hago con ustedes un pequeño ejercicio. Cierren los ojos. Yo cuento los números en voz alta y ustedes sienten en qué número se sienten bien y firmes sobre la tierra. Ese sería entonces vuestro número en el orden de los hermanos.
Entonces: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte.
Aquí me detengo. Algunos tienen hasta cien hermanos. Por ejemplo, un médico nos contó, y salió a la luz durante una constelación, que los padres querían un hijo mediante un método de inseminación artificial. Para ello fueron fecundados varios óvulos. Quedó en evidencia que todos ellos forman parte, todos ellos pertenecen. Aquí no podemos manipular.
Bien, ¿me extravié aquí o todavía no estoy perdido del todo? Los dos órdenes básicos de los que fundamentalmente se trata eran: el mismo derecho a la pertenencia y la jerarquía, de que nosotros estemos en el lugar correcto y de que también nuestros hijos estén en el lugar correcto. Muchos padres que tienen dificultades con un hijo las tienen justamente porque el niño no sabe en qué lugar debe estar.
viernes, 3 de mayo de 2013
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